Desde hace tiempo, existen diversidad de artilugios de bebé, concretamente, para facilitar la vida a los adultos, como por ejemplo: hamacas, taca-taca, etc, pero, ¿eso es una necesidad real del niño/a?

La respuesta es no.
El bebé no necesita esos aparatos para poder desarrollarse, es más sencillo que todo eso.

El bebé es un ser global, entiende el mundo desde su cuerpo, su mente y sus emociones. Lo percibe todo a través de sensaciones corporales que va teniendo desde el útero materno, y se van quedando grabadas en su piel y en su inconsciente.

Por ello, es importante confiar en sus capacidades como Ser, respetar su cuerpo y su movimiento, preparando el ambiente en el que se desenvuelve, además de ofrecerle esa seguridad a la hora de acompañarle, sin mayor intervención que estar presentes observando su juego, y pudiendo compartir con él su placer de movimiento.

Existen comentarios o comparaciones referentes al tiempo concreto para cada conquista que el niño/a alcance: voltear, gatear, ponerse de pie, caminar…y a veces, inevitablemente, nos entra la prisa para que nuestros hijos/as “lleguen al siguiente paso”.

Es importante saber que el deseo profundo del ser humano es crecer.
Es vital para los bebés ser mirados, y sentir esa confianza y seguridad por parte del adulto de referencia. Saber que si se cae le acompañará y confiará en que se podrá levantar.
Y tener la seguridad de que cuando lo consiga, estará ahí para decirle: “he visto que lo has conseguido tú solo/a”.

Todo este acompañamiento, respeto y confianza en el niño/a y en su movimiento, le permitirá sentir su cuerpo, experimentar dónde están sus límites, aquello que les gusta, aquello que no, poder frustrarse y poder conectar con esa seguridad que da ir consiguiendo las cosas por uno mismo, ir alcanzando su autonomía.

Todo esto, a su vez, da lugar a una serie de conexiones neuronales de las cuales sale como resultado un aprendizaje real, auténtico, y por tanto, integrado en sí mismo y en su memoria corporal.

Respetar cada postura que vaya conquistando el niño/a sin intervención, conlleva un trabajo personal muy profundo desde el adulto de referencia.
Un gran trabajo de paciencia, empatía, reflexión constante para preparar el espacio y los materiales que rodean al niño/a, ser consciente de tus límites propios como adulto y en relación con un “otro”.

Tener confianza plena en sus capacidades y estar seguro de que conseguirá el siguiente paso cuando realmente esté preparado a nivel corporal, mental y emocional.

Por ello, para terminar, quiero hacer mención a una cita de Emmi Pikler, principal referente en el movimiento libre en la infancia: “ Intentar enseñar a un niño algo que puede aprender por sí mismo no sólo es inútil, sino también perjudicial”

El niño/a de manera natural desea crecer, desea aprender, solo hay que estar a su lado, mirarle y estar seguro de que si está preparado, lo hará.